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jueves, 3 de agosto de 2017
BAR RESTAURANTE EL CORAZÓN BLANCO, PLAYA DE BARRAÑAN 23 ARTEIXO, TIPO MIXTO CARTA (MENÚ – LOWCOST). 981 604108
Bernard y las crónicas viajeras en casas de comidas. El restaurante está ubicado en la playa de Barrañan en el número 23, y forma parte del paseo lateral de la playa. Toda la parcela esta elevada por encima del nivel de la playa y esto facilita una vista muy hermosa de los arenales con las lagunas del rio y los atardeceres con las luces a lo lejos del pueblo, es toda una alegría para la vista. A la playa desde el restaurante se accede a través de un puente de madera que cruza el rio y se llega a una zona que no cubre y esto facilita el baño con niños pequeños porque no corren ningún peligro y las mamas pueden estar tranquilas tomando el sol. El restaurante tiene muchas zonas ajardinada que sirve al mismo tiempo de aparcamiento para la clientela. La parte baja hace de muralla entre la carretera y el cauce de la desembocadura del rio Sisalde. Todo el entorno es un paraje paradisíaco. Es una pena que, con un sitio tan bonito y especial, no está a la misma altura, ni le corresponde de igual manera las instalaciones del establecimiento. En termino generales está todo muy descuidado, las barandillas de las escaleras, la terraza, las cristaleras, los servicios, el comedor interior con mesas de maderas sin vestimentas, la barra de formica de azul celeste descolorida, que debe tener más años que Matusalén, la cocina que es tercermundista. La impresión que da desde fuera es que se parece más a una taberna de aldea que a un restaurante. La misma fachada con los toldos desteñidos, da una imagen pésima. Las escaleras de entrada al local no están adecuadas para facilitar el acceso al interior a personas con movilidad reducida. Tienen menú low-cost por 8.50 € que consiste en primer y segundo plato, postre y café. Los platos de los menús me abstengo de comentar para no hacer leña del árbol caído.
Donde destacan un poco y es la especialidad de la casa son las sardinas a la parrilla y para ello tienen montado algo parecido a un medio quiosco con una chimenea alta en un lateral de la zona ajardinada, y esto lo veo muy bien, de esa forma evita tener el olor y el humo de asar las sardinas dentro del local. Pero esto también conlleva otro inconveniente que no han resuelto, las comandas de sardinas casi siempre llegan tarde a las mesas.
El precio de las sardinas es de 1.50 € la unidad, si pides una docena, te sale el plato por 18 €.
A veces se quedan sin genero por no haberlo previsto de antemano y te cambian por otro plato que a ti a lo mejor no te apetece comer.
Están acostumbrados a salir del paso de esta manera y no se dan cuenta que los cambios que hacen sobre la marcha improvisando no es la manera más correcta de llevar el servicio de un restaurante.
El churrasco variado, que debería salir de lujo por la parrilla tan estupenda que tienen montada, yo deduzco que como lo preparan en el mismo casete de parrilla y supongo que no rasparan bien las bandejas de varillas, yo pedí unos trozos de criollos y a mí me sabia a pescado. Lo tuve que dejar, después de comentarlo le importo un pepino y por supuesto el precio también iba incluido en la factura.
El personal que te sirven en las mesas muy poco profesional y discutiendo en cada momento delante de la clientela. Muy mal vestidos y desarreglados para atender a un cliente, de verlo ya se te quitan las ganas de comer y te dan ganas de levantarte de la mesa.
A mi mesa se acercó uno que cuando lo mire como iba vestido y con unas greñas que llevaba en el pelo, parecía un indigente, en un principio pensé que se había acercado a pedirme que le diera algo de dinero, enseguida me di cuenta de que era el camarero. Ahora sí, el chico muy amable, y fue el que me atendió.
En fin, un sitio privilegiado y es una pena que esté en las condiciones tan deplorable de contenido y de continente que está.
Lo curioso de todo esto es que muchas veces se llena (Me imagino, algunos son turistas despistados), a pesar de lo que yo narro aquí y no exagero ni me desvió ni una coma que todo lo que comento se ajusta a la realidad.
Parece que las gentes pierden el paladar, el gusto y los escrúpulos cuando salen a comer fuera de casa ¡No lo entiendo!
No he querido entrar en analizar con más detalles los platos porque viendo cómo está el melón por fuera, y aunque no lo pruebe todo, ya sé cómo están por dentro.
De verdad que me cuesta mucho tratar de no ser generoso en mis crónicas, en el sentido de hablar de algo que no está bien, se puede decir las cosas con elegancia para que no resulte tan negativo y hasta desagradable. Para mí es muy importante buscar las formas de no perjudicar a nadie, pero no puedo cambiar la realidad y sé que en el fondo ellos hacen todo lo humanamente posible para que las cosas le salgan bien, a lo mejor serían unos fenómenos en otra especialidad, según mi criterio van con el rumbo perdido. En honor a la verdad también tengo que decir que llevan muchos años ahí y sobreviven, y a veces hasta se le llena el local en estas condiciones, quizás el equivocado sea yo.
En el capítulo de recomendaciones, lo dejo a su criterio.
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